sábado, 27 de enero de 2018

Dian Fossy / Luisa Vergara



Dian Fossy /

Luisa Vergara

Hoy celebro la vida de una mujer valiente, luchadora y tenaz que dio todo de si para impedir la extinción de una noble especie: el gorila de montaña.🦍💚🌍

La estadía de #DIAN FOSSY en Karisoke (Ruanda, África) iba más allá de un interés científico, además de estudiar a los gorilas y registrar nueva información acerca de sus comportamientos y hábitos (información que desmitificaría la idea errada que sobre estos animales se tenía, al considerarlos monstruosos y violentos), se dedicó sobre todo a impulsar y poner en práctica la conservación activa haciendo frente a los cazadores furtivos que para la década del 60 ya habían diezmado a 200 la población.

#DIAN FOSSY abandonó su cómoda vida en Estados Unidos y a su familia, cambió de trabajo, dejó atrás todo lo que conocía para internarse en las montañas de Ruanda, en ese espeso bosque de niebla que escondía los últimos gorilas que quedaban en el planeta. Reconoció que solo habitando con ellos podía entenderlos, que solo estando cerca y demostrando respeto podía ganase su confianza. Cuando las miradas se cruzaban y por un momento quedaban fijas, cuando uno de ellos tomaba su mano o acariciaba su caballo. Esos momentos eran el inicio de un vínculo afectivo que duraría para siempre, pero sobre todo uno que definiría el futuro, trágico para ella pero esperanzador para los gorilas.

¿En qué momento el hombre consideró la cabeza de un animal como un trofeo para decorar paredes, o sus manos, las manos de un gorila como exóticos ceniceros?
¿En qué momento empezó a ser aceptable matar gorilas adultos para robar sus crías, y luego tener el gusto de exhibirlas en jaulas?

Hombres millonarios de otros países, sabían que una persona que pasaba necesidades, como era común en Ruanda, mataría lo que fuera a cambio de algo de dinero. Y en un país de guerras civiles, hambre y pobreza lo que menos importaba era un animal. Fueron estos hombres quienes sentaron el precedente que desafiaría la supervivencia de los gorilas de montaña, fue su ambición y decidía la que estuvo a punto de extinguir a toda una especie.

No imagino todo lo que tuvo que enfrentar Dian. Un gobierno desinteresado, cazadores furtivos regados por toda la montaña y, detrás de estos, los hombres que desde un hotel lujoso esperaban las cabezas, manos y crías de gorilas. Las discusiones con embajadores que le pedían retirarse debido a los constantes enfrentamientos que protagonizaba con funcionarios del gobierno de Ruanda. La posibilidad de que no renovarán su visa y verse obligada a dejar el centro de investigación. La tristeza y frustración después de cada asesinato, después de encontrar descuartizado el cuerpo de algún gorila. Porque a pesar de sus esfuerzos, su equipo de guardabosques era pequeño a comparación de los grandes grupos de cazadores, porque a pesar de la consciencia que intentaba sembrar, era más fuerte la necesidad de dinero.

A pesar de que el panorama siempre pareció sombrío, su presencia en Karisoke durante 18 años cambió de forma definitiva el destino de los gorilas. De 200 que estuvieron a punto de desaparecer hace 50 años, ahora hay 800, todos agrupados en varias familias en esas remotas montañas africanas.

Tal vez fue su asesinato lo que llamó aún más la atención sobre su trabajo en la conservación de los gorilas, el bosque y la necesidad de habitar el territorio satisfaciendo las necesidades de la comunidad sin sacrificar el bienestar de los animales. Qué paradójico, que después de eventos tan trágicos como su muerte (aún sin resolver), es que hubo una reacción, un despertar, que en este caso ayudó a fortalecer el proceso iniciado por Dian, el cual permitió la sobrevivencia de estos nobles, increíbles y hermosos animales.

Ella continúa con ellos, allá en las montañas, donde siguen luchando por sobrevivir. Descansa junto a uno de los gorilas que más quiso, con el que hizo uno de los primeros contactos; los dos acostados en la hierba, tomados de la mano, él la sostuvo por un largo rato, y ahí comenzó su relación, uno de los vínculos más fuertes para Ella. "Digit", como lo nombró Dian, fue víctima de los cazadores 10 años después de su primer encuentro. Ahora descansan juntos.

Dian Fossy (enero 16 de 1932 - diciembre 26 de 1985).

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