lunes, 5 de octubre de 2015

AUGUSTO GONZÁLEZ: EL POETA DE LA SENCILLEZ INMARCESIBLE / Carlos Alfonso Rodríguez



AUGUSTO GONZÁLEZ: 

EL POETA DE LA SENCILLEZ INMARCESIBLE

 Carlos Alfonso Rodríguez

AUGUSTO GONZÁLEZ, nació en Lima en el Distrito de Miraflores, por los fortuitos azares de la vida lo conocí en Medellín hace veinte años. Creo que es pertinente e insoslayable mencionar que el mediador de ese encuentro, como el de los sucesivos encuentros que hemos sostenido estuvo a cargo de Víctor Leopoldo González, que alguna vez entre conversación y conversación me mencionó un día que su padre era poeta, lo que él me dijera nunca pensé que se corrobora de la manera más evidente desde el primer momento en que sostuvimos diálogo con su padre, que no ha terminado y que dudo que termine por lo menos en esta vida. 

Augusto González, es un poeta en toda la extensión de la palabra, que por las más diversas estaciones de su vida tuvo que dedicar su tiempo a innumerables labores que lo fueron alejando del tiempo absoluto que debería dedicarle un creador a su obra. Prematuramente a los seis años perdió a su padre quedando al cuidado de su madre que a los once años también falleciera, por lo cual debió quedar en manos de sus tíos y abuelos que vivían en Guamanga, Ayacucho, región por lo cual tiene una afecto especial, en donde se encuentran sus más profundas raíces, querencias y afectos. De regreso a la ciudad en donde nació, o sea Lima se integró al mundo laboral y muy joven aún contrajo nupcias con una bella dama norteña que lo hizo padre de siete hijos, cuatro hombres y tres mujeres. La bella dama norteña nacida en la pequeña ciudad de Otuzco, tierra en donde nacieran la madre de José Santos Chocano y el notable periodista Manuel Jesús Orbegozo. 

El joven matrimonio se vio de súbito sorprendido por la muerte de la bella dama norteña que antes de los cuarenta años lo convertía a Augusto González en padre y madre de siete hijos que por ventura el destino les prodigó grandes satisfacciones laborales, técnicas e industriales. Muchos años de su vida el poeta Augusto González se entregó al universo de la tipografía, llegando a organizar una pequeña imprenta que lo vinculó laboralmente a varios personajes del mundo editorial limeño entre ellos a Sandro Mariátegui, hijo de José Carlos Mariátegui. Conoció a Manuel “El cachorro” Seoane, a Víctor Raúl Haya de la Torre, Fernando Beláunde Terry y muchos más personajes de la política y de la intelectualidad peruana de los años cincuenta, sesenta y setenta.

Recuerdo una tibia noche en el Centro de la ciudad de Medellín, que luego de las innumerables platicas, tertulias y conversatorios, mi amigo Augusto González empezó a soltar bellas, hermosísimas canciones que eran de su propia autoría y cosecha personal. Así fue que yo escuché embelesado: “Hoy soy muy feliz” que es en verdad un bolero. Y otra canción para mí muy memorable: “El parque del amor” que es un tradicional valse peruano, son canciones sencillas, pero muy humanas, que contienen el arte de la vida del común de las gentes de todas las horas y de todos los días. Por eso es que me agradan y por eso es que me han emocionado oírlas siempre en su voz. Esos cantos han sido el primer lazo de una amistad que empezó hace largos veinte años y que espero que no acabe nunca; porque aparte de ser Augusto González una persona de grande sensibilidad, es también un ser humano que profesa un cristianismo convicto, confeso y testimonial en sus actos cotidianos. 

Los sucesivos encuentros de nuestra ahora dilatada amistad han ocurrido en Medellín, en Lima, nuevamente Medellín. Cuando Augusto González vivía en la Capital del Perú lo visité con regular frecuencia; mas como ahora radica en Los Ángeles, paraíso de la industria cinematográfica norteamericana, en donde vive en compañía de algunos hijos, nietos y familiares políticos. Pero lo que puedo contar de los recientes encuentros con el poeta Augusto González es que cada día está más entusiasmado por la construcción de sus cantos, poemas, cuentos y relatos, lo que ha animado en él a frecuentar autores, poetas, periodistas y músicos en todos estos días, incluso estuvo asistiendo de manera continua durante los primeros meses del presente año al taller de poesía de la Biblioteca Pública Piloto, lugar en donde también tuvo la oportunidad de exponer algunos de sus cantos y poemas, interactuando con algunos colegas en infinidad de tertulias y veladas artísticas. De esta manera alternó en varias oportunidades con el gran poeta Luis Flórez Berrío. Traté de lograr su presencia en el IV Festival alternativo de Poesía en Medellín que se desenvolvió con gran éxito este año, a pesar de algunos imponderables que se suscitaron en el camino; pero en estos momentos nadie duda en Medellín que el Festival alternativo va viento en popa para beneplácito de sus animadores, organizadores y colaboradores que año tras año se van asociando a esta gran cadena a favor de la resurrección de la poesía libre en la ciudad de Medellín. 

Augusto González, no pudo estar para esas fechas del IV Festival Alternativo en la ciudad, pero dejó el más entusiasta ánimo de que el evento se desarrollara de la mejor manera, lo cual se produjo día a y día con el concurso del público de Medellín, que una vez más demostró su predilección por la poesía.

Hay muchos lazos que por fortuna ligan a Augusto González con la ciudad de la eterna primavera: hijos, nietos, amigos, colegas, fraternales hermanos, que hacen crecer la esperanza que un día no lejano retorne a estos lares que lo esperan con los brazos abiertos y los oídos habidos de escuchar su voz de músico, cantor, poeta y de sabio patriarca. 

En un reciente viaje que hicimos al oriente antioqueño en compañía de dos de sus hijos Víctor y José, al municipio de Guatapé. Me lanzó el reto de escribirle un canto a tan bello y admirable municipio, pero debo confesar que resulté superado de manera holgada por la inspiración poética de mi amigo Augusto González y si alguien dudara de ello, bien puede leer y degustar estos bellos versos que son producto de su fervorosa inspiración y sabiduría, como también una prueba contundente de mi más reciente derrota poética, en una lid sin precedentes ni sucesores:


¡GUATAPÉ! UN PARAÍSO DE ENSUEÑO 
(Augusto González)

¡Qué inmenso encanto es,
Este mágico y poético paisaje natural
llamado Guatapé!

Islas, rodeado de lagunas, como remansos
bosques floridos que la engalanan,
y un precioso obsequio del universo:
Un meteorito que vino cruzando galaxias;
para que aquí se llame ¡El Peñol de Guatapé!

En esta naturaleza tan bella
hay poesía para los amantes,
música de los vientos para los bardos,
un inmenso telar de pergamino para los pintores
y un lugar de sosiego y paz para las familias.

¡Guatapé! Es un verdadero oasis de vida.

Hermosas casitas pintorescas, balcones coloniales,
Parques con fuente de agua, un hermoso templo de filigrana,
Un malecón inmenso con miradores y funiculares,
Restaurantes con típicas comidas, y los stands de artesanías,
Que le dan un toque de alegría y festividad a la ciudad.

Cuanto hubieran deseado estar aquí con su arte,
Los clásicos pintores del paisajismo: Van Ruisdael
            y Hobbema, holandeses;
Turner y Constable del imperio británico.

Sus obras maestras deleitarían
Al mundo entero, como nos deleita hoy,
El cuadro natural, bello, hermoso,
Que es el encanto de Guatapé.



A MI AMADA MADRE 
(Augusto González)

En un pedestal de mi casa
guardo un recuerdo hermoso,
es el retrato de mi madre:
mujer humilde y generosa.

Era un dechado de amores
siempre alegre, siempre lista.
A demostrarnos su afecto,
con cariños y con caricias.

¡Cuánto la amé! ¡Cuánto la extraño!
Ningún tesoro vale más que ella.
Su corazón era para todos:
Como un pan bendito de cada día.

Era el dulce aroma de la casa
y cuando jugaba a nuestro lado,
con esa gracia, con esa dicha,
nos llenaba de alegría.

El tiempo inexorable vuela,
en las alas del recuerdo.
Cómo verla ahora para decirle:
¡Oh madre mía cuánto te amo!
¡Cuánto te adoro! Por ser mi vida.

Que Dios te tenga en su regazo,
Con bendiciones, con vida eterna.


 ....
               
EL PARQUE DEL AMOR 
(Augusto González)

El parque del amor,
me hace recordar.
Lo mucho que te amé;
cuando te conocí.

Recuerdo aquella vez,
cuando te vi pasar:
al instante mis ojos
se prendaron de ti.

Tu imagen de mujer,
pletórica de amor.
De ensueño y corazón
jamás podré olvidar.

El parque del amor,
testigo de un querer,
que allí mi ser te dio
con dulce devoción.

¡Nunca te olvido!
Aunque ya no me quieras.
Aunque otro sea tu dueño,
yo siempre te amaré.


HOY SOY MUY FELIZ 
(Augusto González)

Hoy soy muy feliz,
porque te conocí.
Y encuentro que tu ser,
se parece a mí.

Todo lo que te gusta,
también me gusta a mí,
podemos compartir.

Hoy soy muy feliz,
cuando te veo reír.
Derramas la dulzura
que me hace a mí vivir.
Y juntos disfrutamos
la dicha del amor,
que nos hace feliz.

¡Amada mía, pedazo de cielo!
Nunca apagues, la luz que en ti brilla:
mantenlo siempre así,
como un radiante sol
que nos hace vivir.

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