sábado, 18 de octubre de 2014

Medellín: Cine & Cenizas. Orlando Ramírez


Medellín: Cine & Cenizas.

POSTIGOVISION
Octubre 13 de 2014


Hola, jóvenes:

Víctor Bustamante es el editor todero de la revista Babel de poesía, un cadapuediario de circulación gratuita que publica cada que logra reunir financiación. Se necesita ser un Quijote para hacer tal cosa. Publica también tres blogs, según la diversidad de temas que lo ocupan: Festitango de Medellín, Neonadaísmo 2011, y Babel. Precisamente Babel Editores le publicó una novela, que tiene mucho de crónica urbana, titulada “Medellín, cine y cenizas”.

Decir que se la publicó Babel significa, ni más ni menos, que la publicó con su propio esfuerzo y con dineros salidos de su propio bolsillo. Meritoria aventura editorial que, y eso lo sé por experiencia propia, puede considerarse un éxito absoluto si logra librar gastos y alcanzar el punto de equilibrio.

Es Víctor un hombre romántico y soñador que se graduó como economista en la Universidad de Medellín. Esa profesión, en Víctor, es un contrasentido. Nada más alejado de él que el denominado “espíritu de negocios”, pero su profesión le abrió las puertas de la docencia, y se gana la vida como profesor de colegio en lo que medra mientras le llega la edad de jubilación para seguir haciendo lo que siempre ha hecho: publicar trabajos por amor al arte.

La obra es un recorrido por muchos teatros de Medellín que Víctor conoció desde su niñez en Barbosa hasta su madurez en Medellín, atravesando la etapa de la adolescencia. No es un inventario de la totalidad de los teatros de la ciudad ni es la obra, en rigor, un ensayo sobre el cine en nuestro medio; pero sí muestra el estilo de cine que se exhibía en cada uno, la clase de público que lo visitaba, las costumbres de los cinéfilos que asistían a esas proyecciones. Para escribir tal cosa, uno tiene que haber sido un cinéfilo inveterado. Incursiona un poco en lo que es el cineasta, entendida la palabra como el estudioso del cine, de sus escuelas y tendencias, de la fotografía, del sonido, del guion, de la actuación, de la música, de los efectos especiales, de la dirección y, en fin, de los diferentes aspectos de una filmación; pero se adivina en él al hombre que más que un experto sabio en el tema fue un curioso espectador.

Los nombres de los teatros dan título a los capítulos, pero son más un pretexto para contarle al lector las diferentes clases de asistentes a esas salas de cine, desde los que van acompañados por su pareja, o algún amigo, o algún pariente, o algún conocido, hasta los que van al teatro con la intención de conseguir pareja en un mundo habitado por solitarios, pareja que suele ser ocasional y de relaciones fallidas y casi siempre frustrantes. No se encuentra el amor, el verdadero amor, en la silletería de una sala de cine.

Se respira en el libro una secuencia de soledad, de frustración, de desengaño, del vacío de quien vive el sexo por el sexo y de quien frecuentemente se refugia en el sexo solitario. Retrata los diferentes caracteres de esas personas, y su disimilitud de ocupaciones. También su disimilitud de aberraciones. No creo que Víctor haya vivido por sí mismo todas esas situaciones y esa sucesión de mujeres a cual más compleja desde el punto de vista emocional, pero sí las conoció y tuvo la visión y la capacidad de hacer el esfuerzo de coleccionarlas para ponerlas en la forma de este libro que pone ahora a nuestra disposición de curiosos voyeristas de un mundo que se vivió en nuestra ciudad desde mediados hasta el último cuarto del siglo XX. No es un libro para mojigatos, porque al lado del cine y de los especímenes de clientela para sicólogos y siquiatras el otro gran protagonista del libro es el sexo, el crudo sexo, tal como se vive en las calles y en los alrededores de las salas de teatro de esa época.

El cine hoy en día, en los pequeños y modernos auditorios de los centros comerciales, tal vez sea otra cosa. Yo no lo puedo asegurar, porque hace años de años que no voy a cine. Pero en el cine que vivió Víctor en su adolescencia sí me reconozco porque, como dice el tango, “Yo también carrero fui”, y “Yo también tuve veinte años”, para citar otra canción.

Hay tal cual detalle desde el punto de vista literario, que no alcanza a empañar lo que el libro en realidad es: un documento que retrata una época.

Como tampoco lo empaña la circunstancia de que un error de impresión en mi ejemplar hizo que un par de páginas se repitieran, en sacrificio de otras dos páginas que no fueron impresas; lo que lo convierte casi en una película de misterio.

Alguna vez ya me pasó, con la autora inglesa de novelas de misterio Agatha Christie, que suele empezar la trama con un asesinato ocurrido en la vieja mansión campestre de las afueras de Londres, y va llevando al lector en sus sospechas de quién pudo ser el asesino. La vista se desplaza del chofer al mayordomo, de éste al jardinero, del jardinero a la mucama, de la mucama a la de la cocina, y va subiendo por la escala social hasta que resulta siendo sospechosa hasta la madre del duque o del conde o del marqués. En la última página viene a develarse el misterio porque el asesino resulta ser… el que uno menos piensa.

Adquirí un libro suyo en un tenderete de esos de acera en la calle librera de los agáchese, y me enfrasqué en la lectura con verdadera fruición e interés. Las páginas fueron pasando tal como lo acabo de describir, y al llegar a la última página, precisamente la última página… ésta le había sido arrancada al libro. Me quedé sin saber quién era el asesino.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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MEDELLÍN, CINE Y CENIZAS

Víctor Bustamante Cañas
Editorial Babel
1ª edición julio de 2014
363 páginas

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