sábado, 4 de mayo de 2013

Enock Roldán y su película sobre la Madre Laura, Luz en la selva. / Víctor Bustamante

Hermana Alba Nubia quien representa a la Madre Laura en su juventud

Misión de Dabeiba



Enock Roldán y su película sobre la Madre Laura, Luz en la selva










Enock Roldán y su película sobre la Madre Laura, 
Luz en la selva.


Víctor Bustamante


                                                                        Para Juan Diego de Velásquez

Enock Roldán fue uno de los pioneros del cine colombiano debido a su olfato para interpretar de una manera muy peculiar algunos hechos históricos que lo legitiman con sus tres películas principales: Luz en la selva (1956) sobre la vida de la Madre Laura, El Hijo de la choza (1961) sobre Marco Fidel Suarez y Llanto de un pueblo (1965) sobre la inundación de El Peñol. Tantos cineastas de papel que existen en Colombia merodeando por tanta oficina sin riesgo ni talento y Enock Roldán de su propia inventiva y riesgo fue capaz de realizar estos tres largometrajes que pertenecen a la escasa filmografía nacional.
Antes de ser cineasta trabajó como soldador en el Ferrocarril de Antioquia. Su activad en el mundo del cine se inició como vendedor de acciones en Procinal en 1954 perifoneando desde un carro. Trabajó como ayudante del cineasta argentino Antonio Enrique Jiménez. En alguna ocasión ofició de actor para una publicidad de Maizena. Luego le compró a Camilo Correa una cámara de 16 milímetros por la suma de 300 pesos y comenzó a filmar partidos de fútbol, corridas de toros, así como matrimonios, fiestas sociales y religiosas.
Para obviar el veto de los distribuidores de cine a los propietarios de los teatros si presentaban cine nacional o de la competencia, -no les alquilaban sus películas, con lo que se veían los empresarios nacionales abocados a la quiebra-, estos cerraban sus puertas al incipiente cine colombiano. Por esta razón Enock Roldán resolvió ir de pueblo en pueblo por los caminos de Antioquia, agreste e inhóspita, a presentar el cine que él mismo realizaba.
Camarógrafo, guionista, creador de efectos especiales. Este cineasta encarna el prototipo del hombre que supera las dificultades del medio para imponerse. Venció el veto al cine nacional y empezó sus giras en un auto Pontiac, que según él mismo, el auto viejo y pícaro quería tanto las mujeres, y es tan vagabundo, que se abre la puerta sola para que ellas entren.
Después cambiaría el Pontiac por un jeep Willys pintado de verde y rojo. Parecía un altar. Él elaboraba unas bolitas de lata sobre un andamio en las cuatro esquinas de su jeep, y colocaba un letrero en las portezuelas: “Se filma hasta el diablo”
Don Enock conoció a Ana María, su posterior esposa, en un tablado popular en el parque de Bello. Actriz aficionada, venía procedente de Abejorral, de una finca llena de rastrojos. Como era avispada en la escuela la emplazaban a presentarse en comedias. Una de ellas Pantaleón. Sus hermanos eran incultos, el mayor la catalogaba mal y llegó a quemarle los libretos.
En Bello presentaron un drama donde actuaba como la novia. El galán era un marinero que comenzó a enamorarse de ella. Y cuando iban a despedirse, ella llorando, se marcharía al campo, y como él se va en el barco, ambos deciden volarse. Él tenía que viajar, ya que el barco no podía regresar por él. Como iba a ocurrir un problema porque al barco le cobraban multa, él hace que el viaje no se haga. De todas maneras él se voló con ella, pero luego los sorprenden.
El grupo se llamaba Los Candelos. Los artistas eran don Víctor y don Fabio. Presentaban estos programas en las escuelas. Ana María a veces representaba el papel de marido malo que le pegaba a su mujer. La mujer salía a pedir limosna. El marido (Ana), decía: “¿No traje comida hace poco?” La mujer respondía: “Eso hace como un año”. El marido era un borracho e insistía: “No te acordás que te traje unas ancas de marrano”. También hacía recitaciones con su hermana cuando venía la virgen en las romerías y viajaban a los pueblos. Ellas eran fuertes y creaban cantarillas, colocaban los moñitos y las insignias.
En otras comedias oficiaban en el papel de viudas, hacían llorar a las mujeres. Para el Día de las Madre, en una actuación, se comparaban dos niñas que tenían mamá y las que no. Una de ellas pregunta: “¿Qué haces aquí? ¿Qué esperas?” Responde la otra: “Estoy aquí viendo la tumba de mi madre? “Ah, ¿tu madre está muerta?”. También presentaban comedias infantiles como  Caperucita y el Lobo en las escuelas, en el campo. Era complicado salir para un tablado a disfrazarse de viejo o vieja.
Enock Roldán tenía 57 y ella 15 años. Después de una presentación él se le preguntó: “Señorita, ¿quién le enseñó eso? Yo tengo una empresita. Me gustó como sabe hablar y como se entiende con esto”. De tal manera Ana María empezó a recogerle la taquilla en Cine al Día que funcionaba en el teatro Sinfonía de Medellín. A don Enock le daban un día especial para presentar sus películas. El horario era desde las dos de la tarde o en la noche. Él exhibía sus propias películas, así como las de Marisol. Así se convirtió en empresario de cine por el porcentaje, presentando cine de 16 milímetros y demostrar como este se podía hacer en el país.
Ana María comenzó a colaborarle en sus idas a los pueblos. Cuando tenían dos años de viajar Enock la celaba: “Lo que pasa mona es que yo a usted la quiero. Una correría duraba hasta quince días presentando sus películas, principalmente El hijo de la choza, la cual se conoció en toda Antioquia. Esta ha sido la película más rentable del país hasta 1965. Las exhibían en escuelas y colegios sin cobrar, a veces de noche, con tal que en la  casa parroquial dejaran exhibir la película para mayores ya cobrando, porque en muchos pueblos no existían teatros.
Para estos cineastas nómadas, una gira se organizaba de una manera casi improvisada. “Vámonos para tal pueblo”, decía él. Y durante las presentaciones algún conocido le insinuaba que porque no iba a tal pueblo cercano. Con el propósito de conocer se dirigían allí. Ana María manejaba las máquinas de proyección,  devolver las películas, a arreglarlas, y Enock se iba a confirmar donde presentarían las películas anunciadas.
En los pueblos cercanos a Medellín presentaban películas cada ocho días. Él las anunciaba con parlantes a la llegada de cada población, él mismo elaboraba los carteles con retratos. A lado y lado del jeep cargaba una cartelera de triplex. Llueva o truene iban allí pegados los retratos de escenas y actores de las películas. La propaganda perifoneada decía: “Cuando una mujer se enamoró de un hombre, entregó su virginidad y después la echó a la calle”. La anécdota de la película, El hijo de la choza, refiere que ellos se enamoran en las mangas de Salento. Cuando ella iba a lavar el galán le llevaba confiticos y comidita y se fueron enamorando. Embarazada fue a la casa del hombre, y como era una persona muy importante, Rosalía le preguntó que iba a tener un hijo suyo. Él respondió: “Vete no tengo nada que ver con vos”. La película enseña un truco cinematográfico ideado por Enock: sobre el agua limpia de una quebrada bajan unas azucenas, y cuando ella se entrega al hombre las azucenas se vuelven marchitas. Metáfora visual.
La película, durante las presentaciones, era vista varias veces por los mismos espectadores que regresaban a las seis y a las diez de la noche. Al otro día muchas de esas personas también volvían a la función. Estuvieron once años presentándola. Esta era tomada como un ejemplo por parte de las monjas para educar a sus alumnas.
Después de llegar a algún pueblo Enock bajaba la cartelera del jeep y la colocaba a la entrada del lugar de la presentación. Cuando lo llamaban de los pueblos o de algún barrio de Medellín para exhibir sus películas, se situaba en la puerta del lugar con un tarro de galletas para cobrar y echar allí el dinero de las entradas. La cartelera enseñaba un diablo en ambas caras y encima se leía, Error Films. No era una sigla variación de ese actor Errol Flyn. Lo de Error Films, quería decir Elías Enock Roldán Restrepo, “Se filma hasta el diablo”. Él era muy estricto mandaba a elaborar las boletas con el logo de Error Films, y las entregaba contadas. Ana María, como administradora, tenía que entregarle la suma precisa. Ella recibía los títulos, llevaba la contabilidad, también le tocaba entregar las películas a las distribuidoras  en el centro de Medellín.
En una visita a Ituango el primer carro que entró fue el de Enock. En ese tiempo algunos obreros estaban abriendo la carretera, ya que por una trocha se iba por una manga hacia el pueblo. Allí existía la sensación que dentro de un mes terminarían la carretera. Sus habitantes estaban locos por conocer un carro. Enock y su compañía de cine portátil les daría ese gusto.
En San Andrés de Cuerquia cuando entraron perifoneando la película, los señores mayores se asustaron al escuchar esas voces de los pesados parlantes y los niños se escondían. Cuando se detuvieron frente a la plaza, las personas estaban impresionadas porque el carro hablaba. Poco a poco se fueron arrimando para observar el auto extraño. En ese lugar permanecieron ocho días y cuando se despidieron, algunas personas agradecidas, les ayudaron a que el jeep sorteara las partes difíciles de la trocha.
La película preferida de Enock era El hijo de la choza por su repercusión histórica. Él era muy exigente y perfeccionista, volvía a ponerles sonido a las películas, decía no importarle la cantidad sino la calidad. A cada trabajo le ponía mucho cariño, si algo debía repetirse en la locución lo hacía. A la salida de cada pueblo comentaba: “¿Cierto que la película gustó mucho?, es que esa película es muy buena”.
Él las revelaba en Fotomar o en Kodak. Ana María pegaba las películas. Él pagaba por pies los rollitos. Una película tenía un montón de rollitos.
Cuando a Enock lo llamaban o él iba a grabar, decía: “Señora, ¿me permite filmar? También filmó la Feria de las Flores donde aparece Chalupín. A él le gustaba mucho captar, por ejemplo, accidentes de tránsito, un muerto, pero siempre pedía permiso.
Como eran personas sin compromiso con el ánimo de salir adelante, a recorrer el mundo, lavaban la ropa donde llegaran. De ahí seguían para otro municipio y había lugares donde no sabían qué otros pueblos seguían. Visitaron Anorí, Amalfi, Gómez Plata, Caramanta, Valparaíso, Andes, Bolívar, Carmen de Viboral, Amagá, Titiribí. En síntesis todos los pueblos de Antioquia hasta Juntas de Río Verde, Uramita, Abriaquí donde existían indios de verdad.
En Cañasgordas sucedió algo el día de la presentación, el alcalde preguntaba acerca de los detalles de la filmación. Don Enock le había obsequiado pases. Ellos se despidieron y dijeron: “Nos vamos para el teatro doctor, allá lo esperamos”. El alcalde dijo: “Voy por mi novia”. Y ya adentro, cuando comenzó la función, hicieron algunos tiros y mataron al alcalde. Se fue la luz, la gente corría y atropellaba. Al otro día don Enock hizo la propaganda que repetiría la película pero no se pudo presentar. La entrada se cobrada a siete centavos, a veces rebaja hasta cinco para dejar entrar a todo el público. De ahí se fueron para Dabeiba. Allá presentaron El hijo de la choza. Regresaron a Cañasgordas y dieron gratis la película, al que entrara, porque ya mucha gente la había pagado.
A veces la proyección era sobre un telón. Llevaban uno grande y  otro pequeño, de acuerdo a la sala, y si la pared era blanca proyectaba sobre ella. El jeep era cabinado, en él cargaban un proyector Bell and Howell de 16 milímetros, con sonido óptico y magnético. Siempre llevaban otro de repuesto.
Según la temporada del año salían con La pasión de Cristo, donde actuaba Francisco Rambal, también llevaban películas de amoríos, caricaturas como El ratón Miguelito. Esta era la primera película que  ponía a llorar a todo el mundo. En ella se le salía el corazoncito a pedazos cuando Mimi traiciona a Mickey.
Presentaba también su documental la Fiesta de las Flores, algunas filmaciones sobre Santa Fe de Antioquia. El público pedía muchas caricaturas y El hijo de la choza. Duraban exhibiendo esa película en un pueblo hasta una semana.
Enock Roldán tenía don de gentes, cuando presentaba sus películas, explicaba a los asistentes cómo las filmaba. Le había tocado pedir ayuda pero la timidez era su gran obstáculo, nadie lo patrocinó. Alguna vez fue a pedir apoyo a un presidente de la República, a la cita fue vestido con el traje de Marco Fidel Suarez utilizado en El hijo de la choza, sin lograr su propósito. Decía que su vocación era tal, que él trabajaba por cualquier cosa solo por hacer cine, y que cuando comía le causaba remordimiento, porque ese dinero le hacía falta para la labor que quería y que así dejaba de comprar pies de película. Estas eran compradas de contrabando a precios muy altos. También era muy religioso, cada año hacía una peregrinación a su pueblo Santa Rosa de Osos, donde la Virgen de la Misericordia.
 Era recio, responsable, impulsivo. Así lo define su hijo Enock. Cuando se le ocurría una idea, debía hacerla de inmediato. Era estricto y puntual, se levantaba a las seis de la mañana. Las vecinas decían que don Enock es un reloj para nosotras. Hubiera trabajo o no nunca dejaba de asistir a esas fiestas, las cuales animaba, le ayudaba a los curas, llevaba soportes, banderas y amplificadores.
Si a las dos de la mañana tenía una idea, se levantaba para realizar alguna corrección, le decía a su hijo Enock: “¿Cómo te parece ese trayecto en tal y tal parte?, hice ese arreglo y no me gusta”. Su hijo le respondía: “Hombre Roldán, pero ¿a estas horas?” “Es que se me va la inspiración”. “Es que en este momento estoy mal de la voz”. “Acuéstese que yo lo hago”. O preocupado por cumplir sus compromisos, le decía a su hijo: “Tenemos que sacar ese fondo musical, no es apropiado para esta película sobre la Feria de las Flores. Es necesario solo antioqueñidad”. A él gustaban mucho las cumbias y los porros. Una de sus frases características al filmar era: “Esta escena está exactamente bien porque quedó normal y natural”.
Dejaron de viajar a los pueblos cuando comenzaron a atracarlos. Una vez iba para El Peñol y en Santa Elena los detuvieron a tiros, y  a la voz de pare se agachó y echó el carro hacia delante. Al jeep lo atravesaron a tiros. Después volvió más acompañado y más tarde se cambió a la publicidad por esa dificultad y debido al alza de los materiales de cine. Los altos impuestos y la dificultad para importar lo desanimaron a seguir filmando.
En 1956 había fundado su productora de cine, Error Films, este año filmó su primera película argumental Luz en la selva, sobre la Madre Laura, fundadora de la comunidad de las Lauritas, las cuales le pagaron la suma de 22.000 pesos. Esta película que dura dos horas y media, fue filmada en material reversible de 16 milímetros, es sonora y en color. En ella participaron alumnas del colegio de las religiosas, así como las monjas y él mismo las maquillaba.
El equipo técnico estuvo conformado por la guionista que fue la reverenda madre Natalia, director y jefe de cámaras Enock Roldán, locutor Marco F. Eusse, sonido Guillermo Isaza. En una entrevista añade su director que la revelaron en laboratorios propios, y que será exhibida a partir de 15 de febrero de 1956 en varios teatros colombianos y en los países vecinos.
Se inició la filmación en Jericó donde nació la Madre Laura, hasta su muerte en Belencito con todos los sucesos y peripecias de su existencia. Siguen su huella en los lugares donde la religiosa  estuvo, como las selvas de Urabá, en Medellín, en Heliconia en Cañasgordas, con indios de la Guajira y sus raras costumbres, así como en Maracaibo, Caracas en Venezuela.
Muchas escenas fueron filmadas en territorios selváticos de Colombia, Perú, y en las tierras de indios Colorados y Longos que habitan la misión de Santo Domingo en Octavalo y Tebuche, en Ecuador, donde existe una casa de la Madre Laura dedicada a la labor evangelizadora. En ese instante la comunidad contaba con diez mil monjas dedicadas a una obra misional en las selvas de estos países.
Como escenas de interés grabaron el bautizo a un niño de los Colorados donde el brujo de la tribu tuvo que recorrer una distancia de 270 kilómetros entre extensos territorios selváticos y ríos torrentosos para llegar a tiempo a la ceremonia. También filmaron escenas donde los indios capturan peligrosas culebras cuyo veneno no tiene antídoto conocido.
Luz en la selva estuvo guardada muchos años en el convento de las Lauritas, y existe la noticia de que ha sido restaurada con la ayuda de la Secretaria de Cultura de Medellín y parece que la veremos en estos días.

Bibliografía:
-El Colombiano, Medellín, 1956.
-Conversación con familia de Enock Roldán, 1998.
-Revista Huellas de Bello.
-Archivo Enock Roldan.


10 comentarios:

Manuel O. dijo...

Víctor muchas felicitaciones siempre nos sorprendes con tus investigaciones.

Huston dijo...

<es posible ver ea película? Agradeceria que me o hicieran.

Tirtamo dijo...

Esta crónica esta de antología, un personaje inolvidable este que nos retrata Víctor y hay que agradecerle su búsqueda y el logro de darle forma a este ser maravilloso y para mi desconocido

LNy dijo...

Maestro Victor siempre nos descrestas con tus investigaciones

el mundo dijo...

“Luz en la selva” es un filme biográfico sobre la madre Laura Montoya Upegui, el cual fue encontrado en el Convento de la Comunidad de las Misioneras de la Madre Laura y restaurado por Telemedellín en asocio con la Secretaría de Cultura Ciudadana.

Esta producción cinematográfica recrea la historia de la que será la primera santa colombiana desde su nacimiento hasta su muerte, en el barrio Belencito.

Además, narra las aventuras y peripecias de su existencia, exaltando la labor humanitaria y cristiana que desarrolló con algunas comunidades indígenas en nuestro departamento y otras regiones del país.

La película fue realizada y rodada en 1959, diez años después de que falleciera la madre Laura. Se exhibió por primera vez en teatro en febrero de 1960.

La dirección y la cámara de “Luz en la selva” estuvieron a cargo de Enock Roldán Restrepo, reconocido cineasta antioqueño de la época y uno de los pioneros del cine colombiano. Él grabó tres filmes en su historia, las otras dos producciones fueron “El hijo de la choza”, sobre Marco Fidel Suárez en 1961, y “Llanto de un pueblo”, sobre la inundación de El Peñol en 1965.

La restauración fílmica de la película estuvo a cargo del documentalista antioqueño Camilo Botero, recordado por su trabajo como director de “16 memorias”, una recopilación de fotografías de la Casa Oduperly que narran hechos importantes de la historia de Medellín.

“Del filme no se encontraron varias piezas, pero el trabajo de restauración se hizo lo mejor posible. Enock hizo una película estilo documental-argumental, documental porque es una producción biográfica de la madre Laura y argumental porque utilizó actores para recrear la historia. El guion fue escrito por Estefanía Martínez, la única hermana del convento que compartió con la madre Laura en vida”, declaró Fabián Berrío, director de programación de Telemedellín.

Fue rodada en La Guajira, Ecuador, Dabeiba y Jericó. La narración la hizo Juan Harvey Caicedo.

“Tiene un valor especial, se rodó con recursos de la época, cuando no había ningún desarrollo cinematográfico en Colombia. Será estrenada el 27 de mayo, en el Teatro Metropolitano, en una gala especial”, finalizó Berrío.

laura dijo...

lo que faltaba se volvio cristiano Victor jajajaja

Luis Eduardo Mejía dijo...

Hola

Tuve el privilegio de restaurar la película Luz en la selva en compañía de Camilo Botero. Me interesa sobremanera las fuentes para la información que aquí se expone, pero debo aclarar que está lleno de errores. La película fue hecha en 1959 no en el 56. Elguión y otras cosas lo hizo la Hermana Estefanía, no la madre Natalia. Guillermo Isaza aplicó el magnético a la película, pero no hizo sonido. La película era de 105 minutos, no de 2 y media horas. Error films nace un poc mas tarde luego de la quiebra de Procinal (El Procinal de ese entonces) Lo de la serpiente es falso. Es una mapaná equis (botrophs atrox,) que fue muerta en un platanal y luego ponen en escena la supuesta mordida y sí había antiveneno. Quisiera conocer la fuente para el locutor y de donde provienen la entrevistas que mencionas

mil gracias por la colaboración que nos puedas brindar.

Luis Eduardo Mejía
www.luisemejia.com

Victor Bustamante dijo...

Buenas noches don Luis: Cuando lo escuché indagando con los “historiadores” de la doble U sobre la voz, del locutor en la película “Luz de la selva”, no queda más que sonreír ante ese tipo de indagaciones que por votación concluyeron, desde la farándula, que era Juan Harvey Caicedo. Le comenté el caso a la Secretaria de Cultura María del Rosario para que le comentara a usted y corrigiera el error. Pero usted como que encontró en este artículo mío varios observaciones. Pues bien le digo que tengo fuentes primarias desde el 98, incluso un cortometraje desconocido de don Enock y otros atribuidos a él, en un trabajo que he tenido guardado porque es un indagación grande sobre cine en el país y no una investigación de última hora.
Reciba un saludo Víctor

Luis Eduardo dijo...

Hola Víctor
Sería bueno que conocieras el acervo invstigativo que conlleva a mis conclusiones, que forman parte de una investigación seria al respecto. Igualmente detaco los aportes que haces en tu artículo y te repito que estarímos muy gustosos de conocer los documentos que lo respaldan.
Cordial saludo

Luis Eduardo

Anónimo dijo...

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